Este 2017 me ha traído dos buenas
sorpresas musicales.
En primer lugar, he recibido el tremendo regalo de poder redescubrir
a los Rufus T Firefly, una banda que inicialmente me había gustado pero no
apasionado; ha sido a raíz de escuchar su Magnolia
(2017) que me he convertido en incondicional de su rock psicodélico de
insondable profundidad.
Maravillosas melodías,
acompañadas de letras profundas que respiran e inspiran arte por los cuatro
costados, aderezadas con una desbordante imaginación, que te trasladan a lugares
insospechados, más propios de ebrias ensoñaciones, templos de jade y bosques cubiertos
en bruma que de realidades concretas. Pero yo soy una gran soñadora y por eso
he conectado tanto con este Magnolia que me enganchó desde la primera nota. Canciones
como Nebulosa Jade, -O-, la homónima Magnolia, o la arrebatadora Río Wolf me
tienen robado el corazón. Como os podéis imaginar, estuvo en bucle durante
semanas.
Pero cuál sería mi sorpresa que
sin aún haber digerido mi enamoramiento de los Rufus y su Magnolia, un
nuevo elemento inesperado y maravilloso apareció en mi vida, gracias HET de
Radio 3.
Enfrascada en la prisas matinales
de un día de trabajo, me vi sorprendida por una sensual voz masculina que, como
quien no quiere la cosa, salía del altavoz de mi coche y que me dejó paralizada
de amor; una voz camaleónica, con un toque country que me volvió loca, a ratos suave,
llena de matices de la que me enamoré como si de un flechazo se tratase. Era la
voz de Yuri, vocalista de Pájaro Sunrise, cantando Kansas City. Pero las buenas
nuevas con esta banda no querían ahí, si no que al llegar a mi despacho lo
primero que hice fue ponerme de fondo el último disco de este nuevo
descubrimiento en mi vida musical. The
Collapse (2016) no solo me gustó si no que empezó a disputar a Magnolia (2017) el primer puesto de mi
disco indie español preferido del momento.
El disco me pareció impresionante,
cantado en inglés, camaleónico como su
vocalista, con increíbles momentos acústicos que a ratos sonaba americana, y a
ratos fluía en un moderno pop electrónico tremendamente bailable y original. En
todo caso la variedad nunca le hace perder la coherencia siendo, en mi opinión,
un LP de 14 canciones conectadas por el hilo conductor de un espíritu único; un
disco deliciosamente suave y fácil de escuchar, apto para cualquier momento y
lugar; hipnótico y pegadizo. Como no podía ser de otra manera, en bucle durante
semanas.
Pero las coincidencias no
quedarían ahí. Justo la noche antes de un importante viaje de trabajo a Macedonia,
dos eventos se agolpaban en el tiempo, ¿por qué?, nunca lo sabremos.
Los conciertos de mis dos bandas
preferidas del momento se celebraban el mismo día, a la misma hora y en la
misma ciudad, mi querido Madrid de adopción.
La sala Sol y la sala Ocho y Medio juntas en macedonia de frutas, se disputaban mi
corazón y me transformaron por unos días en una interrogación andante. Imposible
me parecía decantarme por uno u otro; finalmente opté por Rufus sin tener otro
criterio más fundado que la antigüedad en conocerlo, pero sería el destino el que
finalmente dejó la elección a mi acompañante, que se decidió por las
maravillosas canciones de Pájaro.
La Sala Sol llena y yo con el alma
dividida. Eso sí disfrutamos como enanas con todas su canciones y con la
increíble elocuencia surrealista de Yuri. Bailé como una niña con Eurohop y The Collapse of everything. Me dejé
enamorar por “Opening Night” conectándome de nuevo a “esa voz” que tan adentro
me llega y me sorprendí por la versiones de Hearth
Angel y Evangeline. Impresionante lo
que allí pudimos vivir.
No me arrepentí de mi decisión
pero eso sí, en mi corazón sigue latiendo el anhelo de ver en directo a mis
queridos Rufus.
¡Chicos! por favor ¡volved pronto! ¡volved ambos!
y a ser posible sin macedonia.
Madrid 3 de mayo de 2017